martes, 24 de marzo de 2009

ENFERMITO.

Con los años te fuiste enfermando cada vez más.
No, no se trata de una diabetes, el colesterol o la ciática.
Te volviste un enfermito.
Ya lo eras en realidad, pero ahora más.
Entonces, quizás irrumpís desaforadamente en medio de mi noche y me atacás, me amenazás, me advertís, me atemorizás...
Resulta que me olvidé de apagar un ventilador antes de irme de casa y después también me olvidé de apagar un ventilador del comedor antes de irme a dormir.
Vos, ¿Justo vos?, ¿Nunca te olvidas de nada?
El ventilador muchas veces quedó prendido por descuido, pero esta vez eso parece ser de extrema gravedad.
Hoy eso es una tragedia.
Entonces, me tocas fuerte porque sos cagón, porque si no, me pegarías.
Soy tocada fuerte.
Una vez más, duele.
Soy insultada y despreciada.
Y el resto de mi noche, que podría haber sido de plácida calma, se transforma en un volcán que se llama taquicardia.
En esos momentos pido por papá o Dios, que es lo mismo.
Y hoy, al despertarme con tu típica galería de ruidos molestos -como si vivieras solo- no me queda otra que intentar remarla usando el arma hasta ahora más efectiva: el humor.
Es que justo se avecina un "sábado de almuerzo" e inmediatamente después -laputamadrequelosremilparió- es Pésaj.
Entonces, todo todo todo te viene de perillas para hacerme mierda.
Enfermito.
Tratate.
Hacete ver.
Enfermito de mierda.

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